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¿Mascotas?


Porque somos nosotros, la suma de todo lo vivo, los únicos en todo el universo conocido capaces de ver, sentir, oír y/o disfrutar de un amanecer y un atardecer cada día.

¿Qué entendemos por mascota?, ¿qué connotaciones guarda la palabra?, ¿qué tipo de relación se genera en torno a este concepto?

Podríamos decir que fue el inicio del periodo sedentario la chispa que prendió esta relación ser humano-animal, también que a partir de este punto se empezó a generar una distinción entre las diferentes especies vivas del planeta. Hasta entonces, había sido la propia cadena alimenticia la que había ordenado las distintas categorías ajustando cada especie a su marco, pero con la llegada de la agricultura y la consecuente necesidad de agilizar y facilitar el trabajo de las personas, se empezó a gestar la idea de la subordinación de otras especies al propio interés humano. Ya no éramos animales conviviendo en igualdad de términos dentro de un espacio compartido, ahora existía uno que supeditaba al resto no para su nutrición o supervivencia, sino para su mayor facilidad de trabajo.

Es entendible que durante los primeros pasos el ser humano hiciera uso de otras especies, ya que si no hubiera sido por ellas, muy posiblemente, nuestro desarrollo no hubiera resultado como lo ha hecho. Pero también es entendible que a raíz de la autosuficiencia humana, de la no necesidad de otros animales para desarrollar nuestras tareas, hubiésemos dejado de explotarles. La realidad es que esto no se ha cumplido. Zoos, corrales, mascotas…

Partamos de la base de que cualquier ser vivo, cualquiera, posee la más increíble de todas las cualidades: la vida. De una u otra manera, todos nacemos, sobrevivimos, nos reproducimos y morimos. Cada cual vive y experimenta según su condición, unos con unos sentidos más desarrollados que otros, otros con unas capacidades diferentes a unos terceros y estos a su vez con una longevidad completamente dispar a los primeros. Y esta suma de singularidades propias de cada especie hace de nuestro planeta un punto de vida en la vasta suma de planos y materia que es el Universo.

En el término singularidad nace el concepto de superioridad. Superioridad porque nuestro distintivo racional nos diferencia de cualquier otro individuo vivo. Pero, ¿cuál es el fin último de vivir?: disfrutar de lo vivido, de las experiencias que se suceden una tras otra hasta la muerte. ¿Acaso un humano disfruta más de la vida que un león?, ¿saboreamos más cada experiencia que él? El león en su hábitat natural tiende a comportarse instintivamente, sin ataduras, sin prejuicios ni fronteras sociales que lo condicionen. Tiende a vivir como le place, es por ello que disfruta de la vida. ¿Y nosotros? La mayor parte de nuestra existencia, de los noventa años que podemos llegar a vivir, la pasamos retraídos, asustados por el qué dirán, siendo proyectos de personas que quieren cumplir con un ejemplo, siendo entelequias. Reprimimos nuestros impulsos, nuestra naturaleza e incluso llegamos a tacharla de pecado. No reconocemos lo que somos. ¿Esto es ser superior?, ¿la racionalidad es nuestro plus? No lo creo. Creo que la razón, aquello de lo que presumimos como algo extraordinario, aquello a lo que supeditamos el resto de la vida terrestre, es justamente aquello que nos hace dejar la vida correr sin gozarla plenamente.

No olvidemos que cualquier ser vivo existe por la misma razón que lo hacemos nosotros: para vivir. Para vivir en un hábitat, rodeado de otros individuos de su misma especie, y libre para poder desarrollar y cumplir sus necesidades vitales con total plenitud. Su razón de ser es esta, igual que la nuestra. Entonces, ¿por qué seguimos obviando este hecho?, ¿por qué a día de hoy seguimos empeñados en considerar la especie humana como cumbre de la pirámide?, ¿por qué seguimos creyendo en las pirámides?: por miedo. Por miedo a reconocer que vivimos en una realidad paralela que no se ajusta a nuestra verdad, a nuestra naturaleza.

¿Qué son los Zoos sino cárceles con ventanas?, si queremos ver fauna hagamos el esfuerzo de ir a ella, no tengamos presos. ¿Qué son los corrales sino campos de concentración?, evidentemente, necesitamos comer y por consiguiente matar, pero mientras vivan dejémosles vivir en paz, busquemos la manera aunque esta no sea tan económica. ¿Mascotas?, “son felices”, es cierto, lo son, pero también lo es que si a nosotros nos sacaran de nuestro hábitat nada más nacer y nos encerraran y enseñaran lo bueno y malo de una realidad concreta también seríamos felices, aunque muy posiblemente mucho menos de lo que potencialmente podríamos llegar a ser. “Pero estos animales ya no sabrían vivir más que en compañía humana”, de nuevo es cierto, consecuencia directa de los cientos de años de adoctrinamiento.

Hemos convertido especies libres en especies vulnerables, tal vez sea el momento de virar el rumbo. ¿No estamos tan evolucionados?, entonces demos la oportunidad al resto del planeta de poder estarlo también. Quitemos las cadenas, una vida tiene el mismo valor que cualquier otra. Crezcamos como especie dentro del respeto por nuestro entorno, porque somos nosotros, la suma de todo lo vivo, los únicos en todo el universo conocido capaces de ver, sentir, oír y/o disfrutar de un amanecer y un atardecer cada día.

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